Cómo cambiar el mundo

Lo primero es fumar mucho. Encerrarse en un estudio 14 horas diarias, agarrar la biblioteca entera y desparramarla en el suelo, escupirla en las mesitas, vomitarla en todas partes. Evitar bañarse. Las ideas pueden huir ante los buenos aromas, la gente puede acercarse demasiado. No se pueden abrir las ventanas, no se pueden tirar las colillas.

Es necesario recluirse entonces, permitir que el humo del cigarro perfore los pulmones y haga suya cada esquina del cuartito. Escribir mucho, escribirlo todo. En algún punto se perderá la conciencia y los ojos inyectados de sangre se acostumbraran a tanto humo, a tantas letras, a tantas cosas...

Cartas a los amigos, borradores a los amigos, borradores inteligibles pero que con seguridad cambiarán el mundo. Hay que ser conciente que escribir cansa, escribir duele. Sangrarán las manos y se mezclará el color rojo y espeso de la sangre con la tinta negra. NOTA: Escribir con ese nuevo compuesto cuando no haya más que hacer.

Para este momento se puede estar seguro que no hay Peje o Calderón que valgan, que Madrazo es un perro muerto, que eso que se está escribiendo va a romper con todo, lo va a explotar -Escrito terrorista, pero no importa-. No se pueden dejar de sentir los fantasmas, al fin y al cabo para eso recorren el mundo… Al fin y al cabo para eso se escribe…