Natalia
Cuando era chica tenía una compañera de clase de la que todos se burlaban, la Natalia Gómez. Natalia era feita, delgada, albina. Una criatura con cara de gnomo que dedicaba casi todos sus esfuerzos a pasar desapercibida y no morir de miedo ante la evidencia de que había otros seres humanos poblando el planeta. Supongo que todos nos sentíamos un poco superiores cerca de ella, seguros. Hasta los más parias se sentían más que Natalia. Pocos le hablaban. Yo a veces le hablaba o me sentaba a su lado, pero lo que en realidad me interesaba era que me prestara sus lápices con dibujitos, sus cuadernos perfumados y sus borradores con formas de animalitos. Nunca la envidié, pero sí envidié la “casita de los sellos” que nunca me lograron comprar. Después la sacaron de la escuela porque sentía que ahí nadie la quería.
Me acordé de ella hoy. Me traje un recuerdo borroso, que estaba enterrado en esa tierra prohibida donde guardamos lo peor de nosotros, lo que no creemos ser, lo que nos resulta ajeno cuando lo recordamos. No sé bien por qué. Pero entre reglas de Candy, mochilas con estrellitas y calcomanías de colores se me apareció un abrazo. Su cuerpo frágil, casi ingrávido, latiendo bajo el delantal azul a cuadritos, acercándose al mío en busca de apoyo, buscando sentir conexión, el calor de una mano tocando su espalda. La rapidez de una mano entrando en el bolsillo azul a cuadritos, en el fondo de su enorme bolsillo, para salir después con su botín culpable, unas monedas que no valían la traición, una cantidad que ya no importa, que se cambió hace muchos y olvidados años por alguna golosina en el patio de la escuela.
Me acordé de ella hoy. Me traje un recuerdo borroso, que estaba enterrado en esa tierra prohibida donde guardamos lo peor de nosotros, lo que no creemos ser, lo que nos resulta ajeno cuando lo recordamos. No sé bien por qué. Pero entre reglas de Candy, mochilas con estrellitas y calcomanías de colores se me apareció un abrazo. Su cuerpo frágil, casi ingrávido, latiendo bajo el delantal azul a cuadritos, acercándose al mío en busca de apoyo, buscando sentir conexión, el calor de una mano tocando su espalda. La rapidez de una mano entrando en el bolsillo azul a cuadritos, en el fondo de su enorme bolsillo, para salir después con su botín culpable, unas monedas que no valían la traición, una cantidad que ya no importa, que se cambió hace muchos y olvidados años por alguna golosina en el patio de la escuela.
11 Comments:
Interesante el blog!, me gustó, saludos,
JD
todos cuando somos chicos hacemos cosas locas, de las cuales aprendemos o nos dejamos jamas...la verdad es que todo tenemos que vivirlo para ser los seres humanos que llegamos a ser... mira tambien para atras y ve, ve si ese evento influyo en algo de lo que eres tu en tu vida del hoy.
cariños
nev
Hay días que somos gandallas, hay días que nos agandallan... los dos se sienten feo.
Saludos y disculpa que no te haya visitado, pero ahora me resulta un poco más dioficil hacerlo.
Saludos.
Suele pasar cuando sucede mi Negra, lo hermoso de esto es escucharte hablar de Natalia mas alla del pequeño desliz cometido por usted.
Besos sin azucar y por muy nociva que sea, aun espero ese ...y si hubiera... que no fue
que habra sido de natalia?
donde andaran esas monedas?
Negra, te gustaria topartela un dia de estos por la calle?
Es de cierta manera tierno y a la vez te manda por un "guilt trip" porque cuantos no tenemos una historia asi... ay me vinieron varios casos a la mente... pero me siento bien porque la mayoria del tiempo fui decente...
Oh well.
yo me acordé de la morrita con la cual no me quería juntar en el kinder hasta que trajo un moño que me gustaba. Nos hicimos buenas amigas, luego, se lo robé.
tal vez por eso se llama tu blog a Blanco y Negra...ella es albina...
La crueldad infantil (perpetrada por un niño) es desalentadora al momento de valorar al género humano; ojalá Natalia haya tenido algo de comprensión en su hogar.
qué chido que hayas podido recordarlo, y sentirlo a partir de esa experiencia. Seguro eso te da más claridad sobre lo que eres y lo que no te gusta ser.
Yo también le robé lanita a una niña. Después me sentí tan malal verla llorar. Bye.
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