Pastel de nuez para una tarde gris.
Es una tarde gris. El hombre frente a la ventana de todos los días mira el reloj y se pregunta a qué hora llegará ella con el pastel de nuez. Se tarda demasiado. Tiene ganas de tomar el té con pastel de nuez y ella no llega. Pasan las horas. Se siente algo abatido. Ella le había prometido llegar con el pastel de nuez.
Ya es de noche y la mujer no aparece. La llama por teléfono, una, dos, tres veces y no contesta. Son las cuatro de la mañana y la mesa sigue servida. Las dos tazas de té vacías. El azucarero de porcelana china. Los platos también vacíos para el pastel de nuez.
Ella no regresa. Nunca más vuelve a la casa. La buscan por todas partes, pero nunca se vuelve a saber de la mujer que esa tarde debió llegar a su casa con un pastel de nuez.
El hombre elige otra tarde gris para sentarse frente a la ventana y pensar que le será imposible borrar de su memoria aquel horrible día en que se quedó con ganas de comer pastel de nuez con una taza de té.
Esa misma tarde gris, a la misma hora, a miles de kilómetros de distancia, la mujer saborea un exquisito pastel de nuez con una taza de té y recuerda aquella otra tarde gris y definitiva, en que tomó la decisión de dejarlo a él sin su pastel de nuez.
Ya es de noche y la mujer no aparece. La llama por teléfono, una, dos, tres veces y no contesta. Son las cuatro de la mañana y la mesa sigue servida. Las dos tazas de té vacías. El azucarero de porcelana china. Los platos también vacíos para el pastel de nuez.
Ella no regresa. Nunca más vuelve a la casa. La buscan por todas partes, pero nunca se vuelve a saber de la mujer que esa tarde debió llegar a su casa con un pastel de nuez.
El hombre elige otra tarde gris para sentarse frente a la ventana y pensar que le será imposible borrar de su memoria aquel horrible día en que se quedó con ganas de comer pastel de nuez con una taza de té.
Esa misma tarde gris, a la misma hora, a miles de kilómetros de distancia, la mujer saborea un exquisito pastel de nuez con una taza de té y recuerda aquella otra tarde gris y definitiva, en que tomó la decisión de dejarlo a él sin su pastel de nuez.
6 Comments:
yo deberìa de dejar con hambre de pastel de nuez a todos los que dicen quererme.
por cierto, tan egoista yo...leyendote y leyendote y guardandote para mì. te he puesto en los links de mi blog, ahora eres de todos.
era de nuez, pero muy probablemente le supo a gloria... y no a las que venden en Monterrey...
Me recordó el chiste aquel donde un hombre se levanta de la mesa (donde había estado esperando dos días a su mujer que salió por las tortillas) para llamarle a su compadre y preguntarle si sería bueno comer el caldo con pan o mejor se espera a las tortillas.
Mmm, quizá fue un mal chiste.
Saludos.
Quisiera un pastel de nuez
se va de nuez...?
JAjAjajAjAjAjAjaJAA! me encantas y me inspiras a escribir, gracias.
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