El Portezuelo

El Portezuelo Sinaloa era hasta la noche de anoche un pueblecillo de lo más sereno. De niños mis hermanos y yo esperábamos con ansias las vacaciones para abordar el tren que nos dejaría en otro poblado cercano él. Mientras, mi abuela nos esperaba afanosa con tres caballos ensillados (uno para cada uno de nosotros) y con una cantidad enorme de fruta según fuera la temporada. El río y sus camarones de agua dulce nos esperaban también. Era una gran fiesta cada vez que un familiar de alguien llegaba al pueblo. Anoche mi abuela recibió a tres de sus hijos, pero esta vez no los recibió ansiosa ni con ánimos de fiesta, pues no iban a deleitarse con la fruta ni mucho menos a disfrutar de las aguas termales del río. Anoche iban  a estar con la pobre viejita en el momento más angustioso y triste de su longeva vida: el secuestro de uno de sus hijos, de sus dos nietos y a velar a uno más de ellos.
El pueblo disfrutaba de una noche de lluvia, en un segundo, el ruido de las metrallas se confundió con los truenos y relámpagos de la lluvia. Un cuerpo con la cabeza reventada fue la primara señal de alarma. Después fue todo quietud. Mi tío y mis dos primos ya no pasaron la noche en su casa, y uno más la pasó en la morgue.

Noé, para siempre en el corazón.